En primer lugar, hay que dejar claros los fundamentos: no es lo mismo finanzas que contabilidad. Confundir estos dos términos es un error que suelen cometer las pequeñas y medianas empresas, y que puede generar desajustes en la gestión de ambas. Mientras que la contabilidad recopila y ordena datos, las finanzas analizan e interpretan esos datos para saber en qué punto se encuentra la empresa, optimizar la toma de decisiones y lograr mejoras estratégicas.
Concretamente, la estrategia financiera de una empresa tiene que diseñar un modelo de decisión en base a los datos recopilados, definir objetivos y políticas, trazar cursos de acción y de análisis, y, en general, utilizar los recursos financieros disponibles para lograr alcanzar las metas de la empresa y llegar al éxito.
Como siempre cuando se trata de estrategias empresariales, cada empresa necesita una estrategia financiera adaptada a su situación particular. No hay que aplicar modelos genéricos, puesto que estos no tendrán en cuenta la casuística, el entorno, etc., de la empresa en particular. Además, esta estrategia se tiene que revisar periódicamente, normalmente una vez al año, ya que la situación de la empresa y de su entorno puede haber cambiado, por lo que seguramente habrá de hacerse ajustes regularmente.
A pesar de eso, hay ciertos KPIs que suelen ser habituales, sea cual sea la empresa, el sector, su tamaño, etc. Pueden ser el volumen de ventas por fuerza de venta, el porcentaje de variación de los gastos, el flujo de caja, el índice de liquidez, el crecimiento de los ingresos por ventas, o la rentabilidad neta, entre muchos otros.
Fuente: www.captio.net